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diario gestión, 27 de marzo del 2020

Economía en guerra

Publicado: 2020-03-27

No nos engañemos: estamos en medio de una economía de guerra. El enemigo no viste uniforme,  pero su poder destructivo es similar al de la bomba de hidrógeno. El coronavirus covid-19 llegó al Perú a finales de febrero y su onda expansiva está aún en plena evolución.

Discutir si debimos actuar con mayor decisión y mayor presupuesto apenas se tuvo noticia de la aparición del covid-19 y sus mortíferos efectos en la ciudad china de Wuhan, o si debemos ahora extender la cuarentena a sus límites etimológicos de 40 días, resulta poco menos que anecdótico. La bomba ya hizo explosión. La guerra ya ha sido declarada y urge actuar -en materia económica- con la misma decisión y claridad de objetivos con que el Gobierno enfrenta la alerta desde un punto de vista de salud pública.

Porque de no actuar decididamente, lo que sigue es la "depresión económica", y esta también mata. Aniquila a los más pobres y pone en reversa el avance económico de la clase media, en particular de aquella que eufemísticamente llamamos "clase media vulnerable".

Digo "depresión económica" para diferenciarla de una ralentización de la tasa de crecimiento o incluso de una tasa de crecimiento negativa como la que se observa en un ciclo económico normal -ambos, escenarios propuestos estos días por diversos economistas y consultoras económicas del "establishment" como el desenlace más probable de la crisis del coronavirus.

Imagino que tan benigna lectura de las probables consecuencias de la crisis tiene el objetivo de no propagar una pandemia de otro tipo: la del miedo que paraliza y profecías de desastre económico que rápidamente se pueden hacer realidad. Es comprensible. Pero no enfrentar la posibilidad de una depresión económica sería, además de comprensible, irresponsable.

Comencemos por plantear una definición y entendamos la depresión económica como una disminución sostenida de la producción y el consumo, acompañada por los cuatro jinetes del Apocalipsis: el desempleo, la quiebra de empresas, la restricción del crédito, y las fluctuaciones violentas del tipo de cambio.

A nivel internacional y a nivel nacional, la producción y el consumo, la oferta y la demanda, han sido objetos de sendos "shocks", de manera simultánea. La producción internacional -a partir de la interrupción de las cadenas de valor, en particular las relacionadas con China y su área de influencia- y la producción nacional a partir de la cuarentena, con un impacto inmediato y brutal sobre todo todo en el sector de servicios.

La demanda -nacional e internacional- también ha entrado en estado de shock, impactada por un cambio radical en las expectativas, la pérdida de ingresos, la mayor incertidumbre y una toma de conciencia de que la pandemia del coronavirus es apenas la primera clarinada de alerta de un mundo globalizado donde tales fenómenos son sencillamente inevitables.

En el caso específico del Perú, la crisis del coronavirus nos ha recordado además nuestra extrema fragilidad. De repente hemos caído en la cuenta acerca del estado paupérrimo de nuestra infraestructura de salud, del estado calamitoso de nuestros colegios, de los mal pagados que están aquellos a quienes ahora -con justicia- llamamos héroes por su participación directa y valiente ne la lucha contra tan terrible enemigo.

Por ello, urge actuar con decisión y sin remilgos. Como lo están haciendo los estados Unidos y la Comunidad Europea, (y aunque en menos medida, Chile y Colombia) mediante programas de estímulos monetarios y fiscales de billones de dólares, equivalentes en cada caso al 10% de sus inmensos PBI, con el fin de evitar que las empresas quiebren, que las personas pierdan sus empleos y que le desenlace sea la deflación, la recesión con inflación o incluso la hiperinflación, todos fenómenos asociados con periodos generalizados de depresión económica.

El Perú está en guerra. Enfrentémosla con decisión y luchemos " hasta quemar el último cartucho".




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Economía Imperfecta

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