El caos de la política y la política del caos
El enfrentamiento entre poderes del Estado—personalizada, de bajo nivel, adjetivizada, irreflexiva, irresponsable— ha llegado al punto en el que los distintos actores, todos sin excepción, prefieren activar cada cual sus armas nucleares a riesgo de que el país estalle en una conflagración social de imprevisibles consecuencias.
El propio presidente de la República, Sr. Martín Vizcarra, y el primer ministro, Sr. Salvador del Solar, han trastocado sus altas investiduras para actuar como promotores de la lucha social o animadores de “Esto es Guerra”, haciendo un llamado ambiguo a la población para que “reaccione” ante lo que consideran una afrenta a los derechos ciudadanos: que el Congreso de la República, en ejercicio pleno de sus atribuciones, haya mandado al archivo la iniciativa presidencial de adelanto de elecciones.
Desde el Congreso, la actitud de la mayoría fujimorista y aliados no ha sido mejor: prepotente, inflexible, mafiosa, plagada de un enorme cinismo y un supuesto apego a “lo que manda la Constitución”. Cero voluntad de negociación, más allá de los pronunciamientos en solitario del presidente del Congreso, Sr. Pedro Olaechea, pronunciamientos que —a propósito— no han recibido respuesta alguna.
Así, el enfrentamiento de poderes —azuzado por quienes ven la política como versión moderna del circo romano— nos lleva inexorablemente a una situación de verdadero caos e incertidumbre. No sabemos hasta cuándo gobernará el Sr. Vizcarra, si habrá o no elecciones adelantadas, si se cierra el Congreso por medios constitucionales o por la fuerza—con el respaldo supuestamente legitimador de las “encuestas”. Lo único que sabemos, por lo menos mientras escribo estas líneas, es que el Gobierno “no se quedará con los brazos cruzados”.
En buena hora. Solo que la acción a la que aludió en su breve alocución el Sr. Del Solar nada tiene que ver con la necesidad de poner manos a la obra en materia de seguridad ciudadana, reconstrucción del norte, impulso al crecimiento del empleo y la economía. No. La acción a la que alude el primer ministro tiene que ver con su oblicuo llamado a que la ciudadanía haga justicia con sus propias manos: “Ciudadanos y ciudadanas, apelamos a su conciencia cívica y a su patriotismo y vigilancia. No permitamos que nuestros derechos sean pisoteados”.
Elegante forma de decir lo que de manera procaz e infantil tuiteara George Forsyth, alcalde de La Victoria y supuesto favorito a ganar las próximas elecciones: “PTM se están caga... en el Perú y no lo vamos a permitir!!! Hora de luchar en la Plaza Manco Cápac, La Victoria”. Ese es el nivel superior de algunos de los que aspiran a reemplazar al Sr Vizcarra. Solo resta decir: por lo menos George Forsyth es peruano. El otro firme aspirante, Andrés Hurtado, mejor conocido como Chibolín, afirma ser de otra galaxia. ¡La verdad, me muero por ver a esa nueva clase política de la que habla el presidente Vizcarra!
El caos político que sufrimos, y ese manejo maniqueo de la moral pública—nosotros los buenos y ustedes los malos— solo puede empeorar en la medida que nuestros políticos han decidido hacerse un harakiri público, apelando a la política del caos, con marchas y contramarchas incluidas, con total irresponsabilidad y desparpajo. El Perú merece más, pero tal vez necesitamos tocar fondo para intentar un nuevo despertar.