El empujoncito y la donación de órganos (*)
En España el número de donantes por cada millón de habitantes es de 35.3, mientras que en el Perú apenas llega a 3 donantes por cada millón de personas
“Nudge” es el best seller escrito en el 2008 por los profesores Cass Sunstein y Richard Thaler que —publicado en español bajo el sugerente título de “Un pequeño empujón: El impulso que necesitas para tomar mejores decisiones sobre salud, dinero, y felicidad”— está transformando la forma como se diseñan las políticas públicas. En el Reino Unido, “The Nudge Unit” (formalmente “The Behavioural Insights Team”, una unidad adscrita a la oficina de la primera ministra) se ha convertido, incluso, en un importante generador de divisas, producto de la “exportación de servicios de asesoría” a gobiernos extranjeros en temas de economía del comportamiento.
El título del libro: “Un pequeño empujón”, responde a la imagen figurativa de que muchas veces los grandes cambios no requieren sino de apenas un empujoncito. Y de un fino entendimiento de cuáles son las razones que hacen necesario un cambio y de cuáles son las razones que impiden el cambio.
Un ejemplo particularmente importante —por la gravedad del asunto— es la donación de órganos. Agobiados por la falta crónica de donantes de órganos, por razones de carácter religioso, cultural y educativo, y dispuestos a acabar con la práctica del “turismo de trasplante de órganos”, el Gobierno de Israel decidió en el 2012 utilizar los “insights” de la economía del comportamiento, e incentivar la donación de órganos mediante un sistema que pone énfasis en la “reciprocidad”. Esto es, darle a quienes manifiestan de manera expresa su voluntad de ser donantes (un sistema conocido como Opt In) prioridad en una base de datos de donación de órganos, de manera que, en caso fueran ellos o sus familiares quienes necesiten un órgano, sus posibilidades de obtenerlo sean mayores que si no figuraran en la lista de prioridad. Este sistema de priorización premia a quienes están dispuestos a donar sus órganos y penaliza a los “free riders”.
En el resto del mundo, no abunda la reciprocidad israelí. De manera general, el tema de la donación de órganos se trata de manera optativa (Opt In) o mediante la opción negativa (Opt Out). El primer —el Opt In— funciona como en el Perú, donde una persona debe expresar de manera firme, no solo en su DNI, sino mediante la firma de un “acta de consentimiento para la donación voluntaria de órganos y tejidos”, su deseo de ser donante, sin nada a cambio.
El Opt Out, por el contrario, funciona como en Argentina o España. Allí, por default, todos son donantes potenciales, a menos que uno exprese de manera clara e inequívoca su deseo de no ser donante. Las diferencias entre uno y otro sistema se reflejan en los resultados: en España el número de donantes por cada millón de habitantes es de 35.3, mientras que en el Perú apenas llega a 3 donantes por cada millón de personas, una tasa que palidece de vergüenza frente a las registradas en los países desarrollados e, incluso, en el resto de América Latina. Por ello, cada día mueren en el Perú una o dos personas esperando que llegue un donante de riñón, hígado o médula ósea, un 15 por ciento de los cuales son niños.
En el Congreso de la República ya hay un proyecto de ley, impulsado por el congresista Carlos Bruce, que busca cambiar el sistema de donación de órganos del Opt In al Opt Out. Discutir con sentido de urgencia el mencionado proyecto sería un gran avance. Alternativamente, desde el Congreso podríamos echarle una mirada más profunda a la experiencia israelí. Ese es un “empujoncito” que bien vale la pena dar.
(*): Dedicado a María, una niña de 12 años que conocí en el Hospital del Niño, que necesita un riñón para seguir repartiendo sonrisas.