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gestión, 23 de noviembre del 2018

La economía del futuro

Publicado: 2018-11-23

Comencé a escribir esta columna con lápiz y papel. No cualquier lápiz ni cualquier papel. Se trata de un cuaderno de tapa negra Moleskine. En apariencia, similar al usado por escritores como Ernest Hemingway u Oscar Wilde, o por artistas como Matisse, Van Gogh o Picasso. Solo que el mío viene acompañado de un lápiz especial llamado Neo Smartpen y de una app (M+Notes) que me permite trasladar lo que escribo a mano en mi cuaderno de tapa negra a mi iPhone de manera inmediata, con apenas acercar el Neo Smartpen al teléfono. Es ideal para cuando se me ocurren algunas ideas, como la de contarles mi sentimiento de asombro frente a las maravillas tecnológicas del siglo XXI. 

De repente, por curiosidad, querrán saber cuánto me costó. La verdad, no lo sé. Lo pagué no con dinero efectivo ni con tarjeta de crédito o débito. Lo pagué con millas de una línea aérea, producto de mis múltiples viajes a la tierra del Tío Sam y de mi interesada fidelidad a la línea aérea. La fidelidad tiene en este nuevo siglo interesantes recompensas materiales y constituye una muy efectiva herramienta de marketing de empresas aéreas, hoteles, supermercados, boutiques, etcétera. ¡Los “puntos” valen más que el dinero!

Hoy quiero compartirles una megarreflexión: “La economía del futuro ya llegó”. Esta aquí. Y allí. A veces, de forma sutil. Otras, de manera visible. Aunque en la mayoría de los casos, la economía del futuro es imperceptible. Se encuentra inmersa en las nuevas formas de producción y distribución, en las maquinarias, las tecnologías, los nuevos modelos de negocios, en todo aquello que antaño fue magia y que hoy aparece rutinario. Una economía donde prevalece el intelecto, la innovación permanente y la creatividad con casi infinita capacidad para imaginar, diseñar, fabricar y vender productos globales, hechos por empresas (muchas de ellas, microempresas) que nacen globales, para consumidores globales. 

Ciertamente, la economía el futuro, de las próximas décadas, ha de afianzar algunas líneas fundamentales de la economía del presente. Pero lo que hoy vemos como excepción –por ejemplo, una fábrica de robots construyendo todo tipo de bienes, incluso otros robots–, será, muy pronto, la norma. La automatización, hecha eficiente, versátil, y con clara tendencia a convertirse en un modelo de producción de “costo cero”, será en el futuro muy cercano la forma predominante de producción capitalista, gracias a la conjunción de la Internet de las cosas, la inteligencia artificial, y las impresoras 3D. Este es un aspecto de la economía del futuro que a mí no me deja dormir. 

Según McKinsey, un total de 6.9 millones de empleos en el Perú son susceptibles de automatización, particularmente en el sector servicios. Si a esto le añadimos dos factores: más de 300,000 nuevos ingresantes anuales a la fuerza laboral y el divorcio que existe entre las habilidades requeridas por las industrias del futuro –relacionadas a las ciencias, las matemáticas y las habilidades blandas necesarias para la adaptación y el autoaprendizaje– y un sistema educativo propio del siglo XVIII, entenderán el porqué de mis desvelos. 

Y es que pensar acerca de la economía del futuro tiene sus bemoles. Por un lado, el optimismo, la energía y la alegría por descubrir todo lo que está por venir y, por otro, el temor a volver a quedar rezagados. El Perú vio pasar de largo las tres revoluciones industriales de los últimos 200 años. No podemos darnos el lujo de ignorar la revolución industrial en marcha. Como dijo el Papa Francisco, “el futuro comienza hoy, no mañana”.


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Economía Imperfecta

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