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diario gestión, 06 de abril del 2018

El beneficio de la duda

Publicado: 2018-04-06

A juzgar por ciertos titulares de los diarios y el número creciente de tuits cuestionando esto o aquello, poco tiempo –realmente, muy poco tiempo– duró el estado de santa paz que sobrevino a la transferencia de mando, del ahora expresidente Pedro Pablo Kuczynski al señor Martín Vizcarra.

Las “altas expectativas”  generadas por el deseo popular de contar con un verdadero Gabinete de unidad nacional, de claro corte político, se vieron defraudadas ante la realidad de un Gabinete predominantemente tecnocrático, de profesionales allegados ya sea al presidente Vizcarra o al flamante primer ministro César Villanueva, y con uno o dos guiños al “partido de Gobierno” (¿?), por decirlo de alguna forma.

El desencanto popular,  azuzado por las fuerzas autodestructivas de una sociedad cansada del espectáculo que día a día nos traen los medios “en vivo y en directo” desde el Congreso de la República, amenaza con transformarse en un nuevo factor de inestabilidad política, a menos que los ciudadanos reflexionemos, levantemos nuestra voz y digamos al unísono: “Dejémosle trabajar y démosle el beneficio de la duda”. Al presidente, primer ministro y ministros, se entiende.

Porque descalificar a un  ministro o alto funcionario ex ante –por tener tal o cual ideología o sostener tal o cual posición frente a temas siempre polémicos, como pueden serlo el aborto o el enfoque de género, o por haber cometido en algún momento de su vida pasada alguna falta de “corrección política”– no solo es antidemocrático, intolerante y discriminatorio, sino que implica validar la existencia de una supuesta “superioridad moral” por parte de nuestros “ayatolas vernaculares”, disfrazados en su mayoría de periodistas y/o de analistas económicos o políticos, dizque “independientes”.

¡No! Lo maduro es otorgarle  al NUEVO Gobierno –porque eso de que el presidente Vizcarra es el segundo capítulo del Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski es un chiste– el beneficio de la duda. Pero no por mucho tiempo.

A diferencia de su antecesor,  el señor Vizcarra no puede darse el lujo de distraerse con baños de popularidad mediáticos –con bailecito o sesión de gimnasia al aire libre–. ¡No! La ciudadanía le exige al presidente Vizcarra y a quienes le acompañan un cambio de rumbo, un fin a la frivolidad y una dedicación casi exclusiva a la inmensa tarea de gobernar tan díscolo país. Después de todo, ni él ni sus acompañantes fueron elegidos de manera directa por “millones de peruanos”. Su Presidencia es producto del ocaso y del desastre político que ha sido la Presidencia de PPK “el breve”.

Ahora no hay tiempo que  perder. La ciudadanía reclama acción, planes mínimos, pero correcta y transparentemente ejecutados. Un impulso recargado a la inversión pública. Un manejo transparente y honesto de las finanzas públicas. Un Gobierno enganchado con las demandas de la población através de cada uno de sus ministerios. Ministros comunicativos, dialogantes y capaces de ejercer un liderazgo efectivo, alejado de la peliculina y la vanidad que tanto desastre causa.

La ciudadanía también exige  que la oposición –en particular la de Fuerza Popular– actúe esta vez con serenidad y generosidad, pensando en “el Perú primero”. Ya habrá tiempo y oportunidad para perseguir legítimos objetivos partidarios. Por ahora, y hasta que recuperemos la senda del crecimiento económico, el progreso y la gobernabilidad, la consigna debe ser: “Cooperemos”. Pero no nos equivoquemos. El objetivo no es ni debe ser simplemente: “lleguemos al Bicentenario”. Porque de llegar, llegamos, la pregunta es ¿cómo llegamos?, ¿en qué condiciones? 

Las condiciones externas –a  pesar del creciente ritmo de los tambores de guerra comercial entre China y Estados Unidos– siguen siendo positivas. Los “espíritus animales” están a la espera de alguna señal para volver a lanzarse al ruedo de la producción y el consumo, ruedas que dan impulso a la economía. Las circunstancias son en verdad extraordinarias. Y requieren de hombres y mujeres extraordinarios. La ocasión hace al ladrón, pero también al héroe. Este es un tiempo de héroes.


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Economía Imperfecta

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