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diario gestión, 16 de junio del  2017

Thorne: la renuncia inevitable

Publicado: 2017-06-16

Al momento de escribir esta columna, el drama político en torno al ministro de Economía y Finanzas(MEF), Alfredo Thorne, está en plena efervescencia. Desde el Congreso, se escuchan, frenéticos, los tambores de guerra del fujimorismo. Como sucedió con el exministro Saavedra y con el exministro Vizcarra, las razones esgrimidas son de estricta naturaleza política.

En cada caso, al ministro cuestionado se le “aconsejó” que renunciara para evitarle así al Gobierno la “vergüenza” de tener un ministro censurado. Y en cada caso, después de un minidrama y de algunas poses de rechazo envalentonados por parte del presidente y del primer ministro, los ministros cuestionados, invariablemente, “renunciaron”.

El caso del ministro  Thorne no podía ser distinto: lo encontraron “con las manos en la masa”, invocando al presidente y ejerciendo presión sobre el contralor para que emitiera un informe de acuerdo con los intereses y prioridades del Ejecutivo. Así que -en este caso- la lógica de control político del Parlamento resulta impecable y al ministro Thorne solo le cabe renunciar.

Yo, sin embargo, estoy en desacuerdo. Considero que el ministro Thorne debe renunciar, pero no necesariamente por su imitación de Vito Corleone (“The God father”) en su conversación con el contralor Alarcón sino por el fracaso de su gestión al frente del MEF. Permítanme en este punto una aclaración: no mido el éxito o fracaso de una gestión al frente del MEF en función exclusiva de la evolución del PBI. Como sabemos, con demasiada frecuencia, el crecimiento del PBI es una función de la suerte (Niño o no Niño, anchoveta o no anchoveta), de las condiciones externas (los así llamados “términos de intercambio”) y, en mucha menor medida, de una buena gestión de la macroeconomía.

Así que ni siquiera el último dato de crecimiento del PBI -apenas 0.17% en abril-me llama a escándalo. Los estragos económicos de El Niño costero y la retracción de la inversión y el colapso del sector construcción causados por el Tsunami Odebrecht son tristemente reales. Como reales son los lamentables errores de gestión que son los que me llevan a concluir que el Sr. Thorne debe renunciar.

Primero, la frivolidad con la que el Sr. Thorne ha manejado las cifras. Que 4.8%, 3.8%, 3%, 4% , etcétera. Los agentes económicos reconocen las dificultades inherentes a la proyección del PBI, pero exigen un cierto grado de credibilidad. El Sr. Thorne ha equivocado su rol: piensa que basta con decir que la economía se va a reactivar para que esta se reactive. Desafortunadamente, las cosas no suceden así.

Segundo: el innecesario  ajuste fiscal del segundo semestre del año pasado, producto de una lectura equivocada del “momento económico”. Si algo necesitaba la economía era una política macroeconómica contracíclica para alimentar el optimismo inicial generado por la elección del presidente Kuczynski. La retracción del gasto y la inversión pública terminaron por matar el entusiasmo empresarial y la confianza de los consumidores.

Tercero, socavar el papel de liderazgo institucional del MEF. El Nuevo MEF no es otra cosa que un MEF débil, sin rumbo claro, incapaz de impulsar la inversión pública e inspirar la inversión privada. El país no tiene muchas instituciones que le den sustento a nuestra democracia. En su ausencia, o mientras construimos institucionalidad, un MEF que inspire respeto es esencial.

Cuarto, crucial para el éxito de la gestión de cualquier ministro de Economía, su incapacidad para transmitir al gran público con convicción, sencillez y hasta cierta pedagogía los aspectos claves de la política económica, confundiendo medidas y objetivos de corto plazo con un énfasis excesivo en temas propios del largo plazo. Y finalmente, por su excesiva naïveté política. Su renuncia es inevitable.


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Economía Imperfecta

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