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diario gestión, septiembre del 2016

Narcos

Publicado: 2016-09-16


Lo confieso: estoy total y absolutamente enganchado a la serie Narcos, la cual—en su segunda temporada—muestra a un Pablo Escobar en el ocaso de su azarosa y maléfica vida. La primera temporada de la serie nos había mostrado la extraordinaria capacidad de don Pablo para los negocios, y su infinita capacidad para ejercer la seducción, corrupción y la venganza. La segunda temporada relativiza la vieja dicotomía entre buenos y malos y nos recuerda el enorme caudal corruptor del dinero del narcotráfico, que lo quiere todo y lo consume todo. 

En las dos temporadas abundan en ejemplos de corrupción de funcionarios públicos, desde la Policía, agentes de aduanas, autoridades del Ejecutivo, políticos, etcétera, así como numerosos “profesionales” de la actividad privada, sean estos contadores, abogados o banqueros; y, en algunos casos, hasta cantantes y artistas de éxito. Grandes y pequeños. Y—aunque son la excepción—con frecuencia los narcos muestran un irresistible deseo de infl uir en la “cosa pública”. A veces, como actores protagónicos de la política.

Ambas temporadas tienen en el “background” actividades no solo criminales, sino también de carácter económico-financiero destinadas a lavar o blanquear el dinero del narcotráfico. Desde flotas inmensas de taxis, mediante la importación masiva de vehículos, hasta la inversión en caballos de carrera (o en el Perú, caballos de paso), negocios “legales”, bienes raíces -como casas y hoteles- pasando por actividades ligadas al entretenimiento como los casinos, restaurantes de lujo, gimnasios y spas.

Y ambas etapas de la aclamada serie nos muestran, además, algo que es como la marca distintiva del narco: su amor por la opulencia, por las grandes casas y fincas, por los relojes de marca y –entre estos—los de mayor lujo. Su afición a las compañías femeninas “caras y profesionales”, pero sobre todo su pasión por los autos exclusivos y rápidos, por lo menos lo suficientemente rápidos para fungir de pilotos de carrera en sus sueños desaforados. Es decir, una vida de excesos y privilegios. Corta y violenta.

En fin, toda una economía del narcotráfico, economía descrita con lujo de detalles a nivel “glocal”—es decir global y local—por Tom Wainwright, un excorresponsal en México de la revista The Economist, en su libro “Narconomics: How to Run a Drug Cartel”. El señor Wainright se pregunta: ¿cómo logra tener éxito (y sobrevivir) un patrón del narcotráfico en este negocio de 300,000 millones de dólares? Y responde: “pues aprendiendo de los mejores. Estudiando estrategias y tácticas de corporaciones multinacionales tales como Walmart, McDonalds y Coca-Cola? ¿Y cómo pueden los gobiernos enfrentarse con éxito a tal maldición? Nos sugiere el señor Wainright: “analizando los carteles de la droga como si fueran compañías”.

Esta conversación es particularmente relevante en el caso peruano, donde según diversos cálculos, la economía de la droga significa alrededor de 10,000 millones de dólares al año. Diez mil millones de dólares que de alguna manera necesitan ser “canalizados”-es decir,“blanqueados”- en el circuito económico nacional. Las coincidencias son muchas y las suspicacias todavía mayores. Desde un tal César Cataño, dueño en sus iniciosde la mayor flota de autos importados y luego de una línea aérea -como dueño de otra línea aérea fue un tal señor Zevallos-, acá “El Lunarejo”, quien hoy purga pena en una prisión de los Estados Unidos, hasta una familia -los Sánchez Paredes- que a pesar de los años y de un juicio por narcotráfico que no tiene cuándo acabar, no ha logrado sacudirse de las dudas acerca del origen de su cuantiosa fortuna. Estos son, apenas, los ejemplos más paradigmáticos.

De allí la alegría con la que observo los esfuerzos del Gobierno del presidente  Kuczynski por dotar a la Unidad de Inteligencia Financiera de nuevos y más amplios poderes. Seguirle la pista al dinero ha sido siempre la forma más efectiva de llegar a los culpables, paso esencial para acabar con el narcotráfi co y sus terribles consecuencias.


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Economía Imperfecta

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