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diario gestión, mayo del 2016

¿El Imperio Contraataca?

"Subestimar  ‘al Donald’  fue el gran error  de sus  contrincantes  en las primarias"

Carlos Anderson

Publicado: 2016-05-06

Es casi un hecho: Donald Trump es el virtual candidato del Partido Republicano a las elecciones presidenciales de noviembre próximo. El pueblo norteamericano está anonadado. Y es que, como en el caso del choque accidental entre el caracol y la tortuga, “todo sucedió tan rápido”. El hasta ayer chiste de mal gusto se convierte hoy en la “gran preocupación”.

Por lo menos de boca para afuera,  algunos líderes republicanos declaran su voluntad de hacerse un harakiri antes de poner en la Casa Blanca a alguien que sencillamente no estaría apto para comandar la nación más poderosa del mundo. Otros —como el respetadísimo senador John Mc-Cain— declaran lo contrario: que más detestable aun es el sufijo “presidenta de los Estados Unidos” al—según él— inefable nombre de Hillary Clinton. Así están las cosas y así están los odios en el viejo partido de Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt y Ronald Reagan.

Si Trump hace honor a su apellido  y “triunfa” en las elecciones de noviembre para convertirse en el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, entonces las preocupaciones de los republicanos se convertirán en preocupaciones a ser compartidas por el mundo entero. Y es que en su camino a la Casa Blanca, el candidato Trump invadió el recinto republicano con la furia del oso grizzly que casi le destroza la espalda a Leonardo di Caprio en la película The Revenant (“El Renacido”) y dejó en el camino no solo a 16 otros candidatos republicanos, sino que en su ruta de destrucción ofendió a latinos, mujeres, parapléjicos, etc., y amenazó a China, México y a todo aquel que osa o ha osado “abusar” de los Estados Unidos. Pobechitos los gringos.

Y es que —en su cosmovisión de  la política internacional— Donald Trump solo parece ser capaz de concebir países súbditos y países enemigos, tal y como en los negocios solo es capaz de reconocer competidores y empleados. No entiende de socios estratégicos, o de primus inter pares y no me sorprendería que eventualmente llegara incluso a ignorar la “Special Relationship” que ha caracterizado a la política internacional de los Estados Unidos con respecto a Gran Bretaña por casi un siglo. La única relación internacional en igualdad de condiciones —de par a par— que parecería estar dispuesto a aceptar es con la Rusia protoimperial de Vladimir Putin.

Así —de imperio a imperio— de  la mano con su alter ego, Donald Trump se apresta a rediseñar el mundo. Amenaza con acabar con el “abuso” de los déficits comerciales unidireccionales con China (y tal vez México), amenaza con renegociar tratados de libre comercio, amenaza con hacer grande a los Estados Unidos “poniendo en su sitio” (o algo así) a la China liderada por el presidente Xi Jinping, amenaza con hacer desaparecer de la faz de la tierra al Estado Islámico y a todos los musulmanes que tal esfuerzo requiera, especialmente si cumple con poner soldados norteamericanos en Siria, amenaza con construir un muro a lo largo de toda la frontera con México y hacer que corra con los gastos. El Sr. Trump amenaza, amenaza, amenaza.

Ciertamente, las cartas no están  echadas. Hillary Clinton es una candidata de polendas, con un curriculum vitae político superior al de cualquier candidato a la presidencia de los Estados Unidos desde George Washington. Y, según las encuestas, tanto Hillary como su todavía rival por la candidatura del Partido Demócrata, el también senador Bernie Sanders, no tendrían mayor problema en vencer en las urnas al candidato presunto republicano. Pero subestimar “al Donald” fue el gran error de sus contrincantes en las primarias. En el entretanto, “be afraid, be very afraid”.


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Economía Imperfecta

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